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Individualismo: una característica del amor propio en la sociedad actual

  • Foto del escritor: AMOR
    AMOR
  • 10 ene 2018
  • 2 Min. de lectura

Sinónimo de poco compromiso con los valores y causas sociales, o bien, su contraparte, compromiso propio con el desarrollo autónomo de cada persona.

El individualismo parte del supuesto de que no hay ética si no se respeta la autonomía del individuo, esto es, sin la conciencia del sujeto moral de su capacidad para crear o aceptar libremente sus normas de conducta, por lo que no puede ser malo en absoluto pedirle que se construya en cuanto tal, es decir, que no renuncie a su condición de ser proyecto creativo. Como señala Victoria Camps:

No sólo no es rechazable la concepción individualista de la persona: es una condición y un deber del sujeto moral mantener su individualidad a salvo de intromisiones ilegítimas; es una condición y un deber del sujeto moral quererse a sí mismo: no despreciar la propia valía, antes bien, extraer de ella el máximo rendimiento.

El individualismo considerado éticamente tiene, por tanto, que tomar en cuenta que: el descrédito actual de la política, el declive de la participación, la injusta distribución del trabajo, la nostalgia de comunidades homogéneas y compactas, la explosión de las reivindicaciones nacionalistas, la exigencia de una calidad de vida que nos proteja de las exigencias puramente técnicas, la dificultad para recuperar al ciudadano como agente de cambio y no como súbdito, las insuficiencias y perversidades del culto a la información y al mercado como modelo hegemónico de las relaciones humanas, entre otras, son algunas de las problemáticas que, política y socialmente, pueden ser consideradas entre las más importantes, dado que ejemplifican la actual desarticulación entre lo privado y lo público, así como la distancia que existe entre las teorías éticas y las realidades del mundo de la vida.

¿Qué características asume el individualismo en la época actual, marcado por la posmodernidad? Según Lipovetsky, a través de la publicidad, el crédito, la inflación de los objetos y los ocios, el capitalismo de las necesidades ha renunciado a la santificación de los ideales en beneficio de los placeres renovados y los sueños de la felicidad privada.

Bajo este nuevo orden moral lo que cuenta es ¡la felicidad o nada!; por ello se dice que nuestra época es posmoralista, dominada como está por las coordenadas de la felicidad del yo, de la seducción y el confort individual.

¿Qué tan compatible resulta ser esta concepción del individualismo light postulado por Lipovetsky, que reduce al individuo a un hedonismo privado, el confort individual, los goces del cuerpo, etc., con una concepción de individualismo tal y como lo conciben filósofos como Fromm, Savater y Victoria Camps?

Se trata de dos concepciones antagónicas: una expresada como individualismo fuerte y la otra como individualismo débil. La primera de ellas refiere a que el individuo es capaz de darse a sí mismo sus propias normas como derecho. La segunda forma de individualismo denominado débil, es la adoptada por Lipovetsky, es decir, un individualismo que hace del mero bienestar privado la fuente de la “autonomía individual”.




 
 
 

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